Era cerca del mediodía y por los pasillos de un supermercado latino en Filadelfia había unas seis personas. Rafael, gerente del súper, estaba parado frente a la vitrina, con las manos en los bolsillos de los jeans , mirando hacia afuera.
Al lado suyo estaba el supervisor, Josué, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando en la misma dirección que Rafael. Josué es puertorriqueño y Rafael dominicano . "Eso está raro", dijo Rafael. "Horita estaba dando vueltas y ahora se parqueó", respondió Josué.
En el estacionamiento había una SUV negra con los cristales oscuros. Los del ICE , Servicio de Inmigración y Control de Aduanas , frecuentemente andan en carros sin marcas , como agentes encubiertos.
Le preguntó a Josué, mientras seguía mirando por la vitrina, si estaban pendientes a los del ICE . Señalando a Rafael me dijo que hablara con él. "Las ventas han bajado, la gente está escondida", dijo Rafael.
Sus nombres reales fueron cambiados para proteger sus identidades tras los operativos antiinmigrantes que comenzaron unos días después de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos. El supermercado quedaba en un estacionamiento grande tipo autocine con varios negocios. Vendían yuca, batata, yautía y se escuchaba reggaetón de fondo.
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